Mucho se ha hablado y escrito de lo importante que es estudiar para conseguir un buen nivel ajedrecístico. Desde luego, es uno de los pilares en los debe asentarse el buen jugador que se precie. Lo cierto es que en ajedrez hay tanto que aprender que si no se estudia, jamás se conseguirá progresar.
Siempre he tenido claro y con el peso de la experiencia docente, aún más, que el deber más importante de un profesor de ajedrez es conseguir que los alumnos empiecen a estudiar por su cuenta. Pero cuidado con el tema deberes, que no estamos hablando de obligarlos sino de iniciarlos al placer de estudiar ajedrez, cosa muy distinta y que hay que entender. Mi mayor satisfacción es la de escuchar a uno de los míos decir a algún compañero de clase, «este final es tablas, lo estuve mirando el otro día… o estuve mirando una partida de Fischer preciosa…» Cuando oigo eso, además de sentir una gran satisfacción, lo primero que pienso es: aquí tenemos a uno que va por el buen camino y que no tardará en ganarme alguna partida a mi o a cualquier otro que encuentre en el camino. Queda claro por tanto, con lo dicho, que aquel que no se inicie en el estudio por su cuenta, se quedará en el camino, por mucho que asista a clases de ajedrez o practique en partidas amistosas o de competición.
Veamos ahora la otra cara de la moneda; la práctica competitiva. Esta es un complemento indispensable del anterior, es decir, de nada nos servirá estudiar si no se juega ajedrez de torneo y viceversa. Entonces, que sería mejor, en caso de tener tan sólo una posibilidad a realizar: ¿Estudiar o jugar torneos? Por supuesto que nos situamos en una disyuntiva extrema y dado el caso, mi consejo sería enviarlo a jugar torneos, pues esto le llevaría irremediablemente a estudiar. Justamente recuerdo el consejo de un Gran Maestro, de cuyo nombre no quiero acordarme, y que precisamente a petición de un jugador joven que comenzaba a destacar le dijo lo siguiente: Vete a jugar torneos de ajedrez, que es realmente lo que necesitas y no vuelvas hasta que le des dos veces la vuelta al mundo. Y tomando buena nota, el jugador aconsejado así lo hizo y de regreso se trajo a casa el título de Maestro Internacional. Por supuesto, también hay que decir, que el jugador pecaba en exceso de estudio y no tenía las suficientes horas de práctica competitiva. Así que ni tanto ni tampoco. La ley del equilibrio.
Estudiar por cuenta propia no es un asunto fácil y es ahí donde entra el profesor de ajedrez, que estará atento a las deficiencias, defectos y virtudes del alumno o joven promesa, para trazarle un camino hacia el rápido progreso. Limando sus defectos y mimando sus virtudes.
Si resumimos un poco, diremos, que para progresar hay que estudiar, algo que muchos aún ignoran o intentan ignorar, pero por supuesto hay que jugar, y cuando hablamos de jugar, nos referimos a competir en torneos, y a ser posible, oficiales.