Para que una persona crezca y consiga objetivos, necesita apoyos externos e internos que le motiven y le empujen a ser excelente. Para que una persona -un niño- consiga la excelencia, además de necesitar ayuda, apoyo, comprensión, y un empuje emocional, sobre todo necesita saber que es amado y además que le alimenten a diario de ese amor.
Cuando me llega un niño nuevo a las clases, trato de hablar con él, mostrarme amable e intento un acercamiento, pero con el que finalmente acabo hablando es con la madre o el padre. Estos le traen a clases de ajedrez por algún motivo, en muchas ocasiones, el interés del niño hacia esas clases, otras veces, la recomendación de un psicólogo o el interés del padre. Otras veces, porque el niño es un tostón en casa y las clases de ajedrez son un alivio que el niño suele aceptar encantado. Bueno, pues en este último caso, ya tengo la castaña caliente en clase. Lo primero que tengo que decir es que algunos de ellos, pocos, los envuelvo en papel de regalo y con dolor pero muy gentilmente se los devuelvo a los padres con el mismo entusiasmo que me lo trajeron ellos a mi. Me encantan los retos, y antes de llegar a esto, trabajo al niño lo mejor que puedo, pero a veces una retirada a tiempo, evita males mayores. Si la castaña trae gusanos dentro, las posibilidades reales de que estas contaminen al resto de la clase son determinantes. Y que me perdonen los puristas, pero la castaña, que se la coma el padre, que es el que lo a alimentado, a base de gestos como este, que no es otro que el mandarlo a clases de ajedrez para no soportarlo.
¿Pero que convierte a un niño en una castaña caliente?, desde luego, no voy a dar clases de Padre, pues aunque lo soy, y me gustaría ser de los mejores, reconozco mis limitaciones. Pero como soy docente y trato con niños a diario, me atreveré a señalar una que es clave a la hora de calentar castañas. Cuando organizamos un torneo de ajedrez, para que los niños desarrollen sus talentos y den de si todo lo que llevan dentro, expresando mediante el ajedrez, sus sentimientos y deseos, resulta que:
Aquellos niños que vienen al ajedrez por que a sus padres les encanta que aprendan, estudien y se desarrollen. También son los que apoyan, animan y acompañan a sus hijos a la hora clave, que es aquella en la que los niños tienen que dar todo de si. En ese momento, el niño necesita de la comprensión, y empuje de sus padres y entorno cercano, necesita del calor familiar. Y lo reciben. Estos niños serán geniales, incluso sin profesor. El profesor puede pasar ser entrenador.
En cambio, aquellos niños, que normalmente son abandonados emocionalmente, cuando más apoyo necesitan, es decir, cuando están desarrollando su máxima expresión y peleando como cosacos para no ser derrotados, resulta que están solos, sin un sólo susurro de amor, que les diga, sigue… estoy aquí detrás, no decaigas, soy tu apoyo, lucha, estoy contigo, levántate que te quedan fuerzas, yo te empujo, cuenta conmigo. uffff. El padre se ha quedado en casa. Y la madre también. Lo curioso es que algunos solitarios, sacan fuerzas, no se de donde y a pesar de todo ganan.
Otros no. Es una lástima, que a la hora de llorar no tengan un hombro donde derramar suw preciadas perlas de dolor y sus lágrimas caigan desperdiciadas al suelo frío y desconsiderado.
La excelencia, es un trabajo en grupo. Sigan apoyando y empujando, el resto se lo dejan a ellos. Como profesor de ajedrez, poco puedo hacer, si no es con la ayuda de los padres. Y por favor, si tienen una castaña caliente en casa, primero la enfrían, al menos un poco con suspiros y alientos de amor, y luego pasen y veremos que puedo hacer. Prometo no devolverla. Me encantaría continuar este escrito, pero decir más es profundizar en la herida, sin embargo, no dejen de ver este video que de seguro le emocionan más que mis palabras.
Seguro que les gustó. A veces, un soplo de amor o una caricia puede empujar más que un tiro de mulas. Y no olviden que los niños lloran. A veces de rabia y desamor y si no los ven es porque o bien las lagrimas caen hacia dentro o porque no están allí para verlo.