Si hay algo, realmente aborrecible, es la soberbia o chulería. Si ya te pone de mala ostia, el que un jugador te de un mate que no has visto, ya sabemos todos como te pone (como una moto) que el que lo hace, te lo haga con retoques de chulería a la hora de coger y mover su piezas, o levantando el caballo por encima de su cabeza y golpeándolo sobre el tablero, al tiempo que añade en tono cortante MATEEE!!.
Pero a ver, chaval, que ya sabemos todos que eres un maquina, un gran jugador, un todo poderoso, un perdonavidas… Que no hace falta que des al reloj como si tu dedo gordo fuera un martillo. Y por favor, que no es necesario que cojas las piezas y las sueltes sobre el tablero como si estas fueran fichas de dominó a la hora de ahorcar un seis doble. Que ya veo que estás ganando, que el resto sobra y si sigues así vas a ser tan repelente, que ni las moscas se te acercarán.
Es curioso que esto sólo se repite cuando el jugador en cuestión está ganando o a punto de hacerlo (o jugando con una de sus víctimas habituales), pero cuando está perdiendo o luchando contra un jugador superior, que los tienen a montones, por lo único que destacan estos jugadores es por que se le ponen las orejas como tomates maduros y precisamente no es un factor del que puedan presumir.
Por resumir, esta especie de personajillos, son poco humildes cuando ganan pero corderitos cuando pierden. Seguro que todos conocemos a alguno de estos individuos e incluso hemos padecido su soberbia o chulería en alguna ocasión. Y lo cierto es que una persona así, sea un niño (esto les suele hacer aún mas repelentes) o un adulto no debe inspirarnos otra cosa que lástima, pues está claro que esa persona lo que tiene es una tara en su comportamiento, que ojalá, por su bien, algún día consiga enmendar.
Hablando de niños. Precisamente, no hace mucho, mientras jugaba una partida pude escuchar un pequeño golpetazo detrás de mi y como no, allí estaba el espantamoscas de turno, abusando de su gran poder, ante un indefenso rival, que además de vencido era humillado a base de porrazos sobre el tablero y el reloj, como si de yunque y martillo se tratara, a la hora de forjar una herradura. Pero para mi sorpresa, al todopoderoso, quizás por pensar que es tan bueno e imbatible, «al menos contra ese rival y ese día», se le pasa la jugada clave y en vez de dar el mate, se deja la dama. Y ahí que se tornan las cosas y es ahora el otro el que golpea y humilla. En fin, son como niños… ¿o son realmente niños? No estoy seguro, pero me gustaría que lo fueran y así disfrutarían del deporte como tal.
A alguno de los míos, alguna vez, les he llamado al orden y espero que con este escrito, si hay algún abusón entre ellos, que haberlos haylos, intente mejorar. Y que conste, que si bien, no son tan malos como arriba se les pinta, les deseo lo mejor y espero, que sean más humildes si pueden y si no pueden, que se den cuenta que hacen daño e intenten pensar que si hoy son verdugos, mañana serán victimas de la guillotina y no les gustará el desprecio que hoy hacen, cuando lo sufran en sus propias carnes.
Y es que si hay que ganar, se gana. Y si hay que Perder, se pierde. Pero con elegancia. Que tan difícil es la primera opción como la segunda.